PROTECCIÓN SOLAR EN INVIERNO
Aunque no lo veamos, el sol siempre está ahí, esté el cielo cubierto de nubes o no. Nuestros ojos también deben estar protegidos de los rayos UV los días que amanecen nublados.
Los rayos UV o radiación ultravioleta pertenecen al espectro de luz denominada no visible, es decir, que no podemos verla ni sentirla. El sol emite este tipo de rayos que, en exceso, pueden ser perjudiciales tanto para nuestro cuerpo como para nuestros ojos. Esta radiación se divide en tres categorías: rayos UVA, rayos UVB y rayos UVC .
- Rayos UVA: responsables del bronceado y envejecimiento de la piel.
- Rayos UVB: responsables de daños en los tejidos, en el ADN y de las quemaduras solares.
- Rayos UVC: son germicidas, es decir, destruyen las bacterias. Son los rayos considerados más tóxicos pero la atmósfera nos protege casi en su totalidad de ellos.
Los rayos UVA y UVB están presentes todos los días en la Tierra, haga sol, esté nublado o llueva. Estos rayos se reflejan en todo tipo de superficies como el agua, el asfalto, la pintura de los coches, etc. y nuestros ojos se exponen a ellos continuamente. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) el 20% de los casos de ceguera por cataratas se producen a causa de la exposición al sol. Y aunque parezca mentira, estaciones como el otoño o el invierno puedan ser más perjudiciales para nuestros ojos que la primavera o verano ya que la intensidad solar es todavía mayor. En el caso de días con niebla, estos rayos UV se reflejan en las diminutas gotas de agua aumentando su intensidad y perjudicando todavía más nuestros ojos.
Es por ello que se aconseja el uso de gafas de sol, o también són una buena opción las lentes fotocromáticas, que se adaptan a las condiciones variables de luz, volviéndose más claras en interiores y más oscuras en exteriores.
Los niños son más vulnerables a los rayos UV, como también lo són la población con ojos claros . La mayoría ya utilizan gafas de sol en estas épocas del año ya que sienten más sensibilidad ocular debido a que los ojos claros tienden a tener menos cantidad de pigmento que los hace más sensibles a la intensidad de la luz.